En un sencillo recorrido por la ciudad de Heredia es posible notar el esfuerzo realizado por la municipalidad del cantón central de construir rampas de acceso en prácticamente todas las esquinas. Con un poquito de observación detallada es muy claro también que estas rampas de acceso están en total disonancia con el diseño, contrucción y estado de nuestras aceras. Basta con caminar un par de cuadras para encontrar hoyos de grandes dimensiones, desniveles entre aceras, irregularidades en aquellas que no tienen hoyos o desniveles, y que hacen imposible el tránsito de personas en sillas de ruedas de no ser que éstas sean 4x4 Wrangler, Mitsubishi o Hilux. El potencial suplicio de un transeúnte en silla ruedas se complica con los medidores sin tapa, obstáculos en el camino (piedras, tubos, basura), postes de alumbrado público, hidrantes o señales de tránsito en media acera. Mas allá, canales de desague que atraviesan la acera y reducciones en el ancho de las aceras que complican aún más la odisea. Así las cosas un transeúnte sí podría utilizar las rampas siempre y cuando suba y baje la misma rampa, cruce la calle de una rampa a otra o dibuje un cuadrado entre esquinas; pero no ir más allá.
Talves esto clarifica el porqué estas rampas al final son utilizadas en un muy bajo porcentaje por las personas para las cuales fueron "diseñadas" (no hay gran ciencia en eso), construidas (tampoco en esto) y pintadas de amarillo (menos en esto).
Nos encontramos aquí ante un esfuerzo a medias, talves para cumplir con una normativa que nos obliga a hacer algo pero sin la mayor reflexión sobre el verdadero impacto que eso tiene. Guardando las diferencias pero, me suena similar a soltar golondrinas para evitar el hacinamiento carcelario sin importar cuántos delitos cometa la susodicha ave en libertad.
Claro que el problema no es unicausal. Si bien es cierto, por un lado la municipalidad corre a cumplir con un mandato, quizás para evitar una demanda, la cultura de nuestro pueblo hace aún más difícil cumplir el cometido de ser una ciudad inclusiva y accesible. Me atrevo a adelantar que aún corrigiendo todos los errores de diseño y construcción de nuestras aceras, la cantidad de gente que transita por ellas y el poco respeto y educación vial del peatón y del conductor, hombre o mujer; serán todavía restricciones para una plena inclusividad y accesibilidad, si acaso la plenitud es alcanzable.
Finalmente, este no pretende ser un ejercicio de crítica vacía, sino más bien un espacio que permita la reflexión. La primera reflexión fue en mí mimo, sobre mi actuar como conductor y como peatón. Ojalá y esta reflexión cale de una u otra forma en aquellos que son cercanos a la toma de decisiones políticas y ejecutivas para el beneficio de la población. Uso como caso el cantón central de Heredia, pero cada lector podrá hacer la referencia con su localidad y determinar si esta situación se repite o si por el contrario está resuelta, en cuyo caso sería ideal compartir propuestas de solución.